Estaba sentado con un señor en la sala de espera, mi padre estaba agonizante, ya en sus 80 y algo. Al lado mío, un señor un tanto viejo también.
_ ¿Cree que la muerte sea dolorosa?_ Le pregunte.
_ Para nada_ Dijo el viejo.
En ese instante vino mi esposa.
_ ¿Cómo viene la cosa, cariño?_ Me preguntó.
_ Bien acompañado_ Sonreí.
_ ¿¡Por quién!?_ Exclamó.
La sala estaba vacía.
Lorenzo Lombardo